domingo, 3 de diciembre de 2017

Rafael Sánchez Ferlosio: "Cataluña me aburre mucho. Es más aburrido que un partido con empate a cero... Es un coñazo" MANUEL LLORENTE Madrid 3 dic. 2017 03:03




Rafael Sánchez Ferlosio (Roma, 1927). JOSÉ AYMÁ
Asombra el coraje de este hombre que en la frontera de los 90 se incorpora del sillón de orejas del salón de su casa para acercarse con zapatillas barojianas de fieltro a cuadros y suela de goma hasta alguna habitación del fondo del pasillo, desde donde trae un libro que anda leyendo estos días y cuyo autor no recuerda [Al-Andalus El cristianismo, mozárabes y muladíes, de L. Benavides Barajas]. Es la una del mediodía del pasado lunes y Rafael Sánchez Ferlosio acaba de terminar los ejercicios de rehabilitación. Se viste un enorme camisón a rayas, saluda, se sienta con ojos muy abiertos y cejas alborotadas, reposa los brazos sobre el butacón y aguarda. Días atrás tuvo algo de fiebre pero anda ya recuperado.
¿Pasea?
Soy muy viejo y perezoso. Con la polución que hay no puedo salir a diario. Cuando tengo que ir al médico, porque tengo que llevar a la persona.
¿Y sigue yendo a Coria?
En verano, a mediados de julio o agosto.
En Coria, Cáceres, compró su abuelo paterno un palacio del siglo XV/XVI a un descendiente del duque de Alba y allí era donde pasaba los veranos de niño (y más tarde) que no disfrutaba en Roma, de donde era su madre.
¿Y sigue escribiendo?
Poca cosa. Apuntes en mi libreta
¿Por la noche?
Por la noche más bien leo. Debo tener muchos pecios por ahí...
Pecios. Don Rafael acuñó esa palabra para definir comentarios o reflexiones que le iban surgiendo y con los que ha ido rellenando centenares de libretas que tiene por algún lugar de su casa, a la espalda del Auditorio Nacional de Madrid. Algunos los fue publicando en periódicos, pero sólo una mínima parte. Este hombre ha dado a la imprenta sólo una fina sombra de lo que ha ido escribiendo en sus encierros legendarios. Abrumado o harto de tanto ruido tras publicar El Jarama, dijo basta, cerró la puerta de su cuarto, clausuró la persiana y se dedicó a leer y a escribir, pero no a publicar. Así que algunos ensayos se editaban décadas después de haberlos acabado.
¿Y sigue la política?
Estoy aburrido de la política. La gente no sé cómo está, sé cómo están los periódicos.
¿Y qué me dice de Cataluña
Cataluña me aburre, me aburre mucho. No se puede aguantar. Son aburridísimos. Los mismos diciendo una cosa y otra.
¿Y cómo cree que va a terminar?
No creo que termine ni bien ni mal. Es más aburrido que un partido con empate a cero. Es un coñazo. No tiene solución o será una solución aburrida. Alguna vez decrecerá. Y ellos entonando los cantos de los segadores y vuelta otra vez.
El autor de cuentos tan deslumbrantes como El reincidente, uno de los más valorados entre su feligresía y del que él mismo guarda buen recuerdo, vuelve sobre los periódicos.
- Leo todos los días tres periódicos, pero miro los titulares. Leer, leer leo dos o tres artículos. Y algún diario italiano, pero esporádicamente. Que como conozco la lengua...
Y se queda en silencio. Respirando, con la mirada vaya usted a saber dónde. Y agrega unos segundos después.
- La época dorada del periodismo fue cuando lo del Watergate. Entonces me suscribí seis meses al Herald. Me divertía mucho.
Lo dice abriendo los brazos de par en par, sonriendo.
- No leía bien inglés, leía algo, pero me ayudaba del diccionario. Luego ya me familiaricé con el idioma porque usan muchas abreviaturas y con lo que traducía ya estaba al día. Cuando más me divertí fue cuando entró la parte española, un tal Be Be Rebozo, como Brigitte Bardot, que creo que era de Puerto Rico. Debía de ser un pequeño bananero del Caribe, amigo de alguien importante del Watergate; no sé, creo que de Nixon.
Y don Rafael, el de Alfanhuí, no suelta el hilo. Está tranquilo y no tiene prisa. Con la rehabilitación hecha tiene todo el día por delante.
Nixon era un espía y estaba siendo espiado. Había un chiste a bolígrafo en el que se le veía escuchando un teléfono, en la siguiente viñeta aparecía con otro teléfono riéndose muy interesado y en la tercera estaba en un sótano con un teléfono en cada oreja.
Rafael Sánchez Ferlosio fue aficionado a la caza menor. Salía al campo con el poeta José Agustín Goytisolo tanto por el delta del Ebro como por La Mancha o Extremadura. Por entonces también era aficionado a los toros. Cuenta el periodista J. Benito Fernández en una documentada biografía de más de 600 páginas que está a punto de publicarse (El incógnito Rafael Sánchez Ferlosio: apuntes para una biografía, Árdora Ediciones) que iba con una silla plegable a la calle de la Victoria de Madrid a hacer cola para comprar una entrada junto a Carmen Martín Gaite, su primera mujer, y otros aficionados.
¿Quién le gustaba?
Rafael Ortega.
Pero ya no es taurino...
Dejaron de gustarme. Y me entran remordimientos de haberlo sido.
¿Y sigue dibujando?
Juan Benet era el que dibujaba muy bien. Tiene un dibujo de la curva de un río... Lo tengo por ahí, no sé bien dónde está. Juan Benet era un buen escritor. Muy listo.
¿A su padre se le ha valorado literariamente?
En su tiempo... Eso pasa por la época.
¿Qué otros escritores recuerda?
Benet era muy bueno, y era amigo. Y Aldecoa, que era de mi tertulia. Cómo no le voy a apreciar.
¿Duerme bien?
Depende. La otra noche nada, absolutamente nada.
¿Y qué piensa, qué hace cuando no duerme?
Intento dormir desesperadamente, tomo un somnífero. Pero no pasa muchas veces.
¿Y la poesía?
Nunca he leído poesía (...) Los romances viejos. Lo que ahora releo es el Calila y Dimna [una serie de historias indias de hace más de 1.500 años que Alfonso X el Sabio mandó traducir del árabe y recuperó Páginas de Espuma y cuyo texto fue acercado al español de hoy por José María Merino]. Vuelvo a libros antiguos, releo un fragmento que no me acordaba, un pasaje...
¿Cuál cree que es su mejor libro, quizá Alfanhuí?
Es el único que merece algo.
¿Cuánto tardó en escribirlo?
Un año. Pero lo fui escribiendo separadamente. Un año que me fui a estudiar a Baños de Montemayor y al mismo tiempo escribía.
¿Y de El Jarama sigue sin querer hablar, no le interesa?
Eso qué importa. El único que merece la pena, ya digo, es... Hay otras cosas que no son novelas que me interesan más, algunos textos sobre la guerra; esos los aprecio, los creo acertados. Artículos sobre la guerra de Irak, por ejemplo.
La guerra...
La guerra es lo que cambia todo, por desgracia. A ver... Y al hombre, por desgracia. Ya digo, por desgracia.
¿Cómo ve al ser humano, cómo somos desde su atalaya de 90 años?
No sé, no sé. Qué le voy a decir.
¿Avanzamos?
Hay alguno que no lo ha movido nadie, como Aristóteles.
¿Qué personajes le han influido?
Por desgracia no me ha influido ninguno mucho.
¿Algún autor moderno?
Adorno. He leído mucho a Theodor Adorno, y a Max Weber. Los frankfurtianos sobre todo. Y Walter Benjamin. ¡Ay Benjamin, ése es más difícil que la puñeta!
¿Y escritores?
Kafka, por supuesto.
¿Y Proust?
Nunca lo he leído
¿Cervantes?
Cervantes por supuesto. En el Quijote mete demasiada crítica literaria. Las conservaciones del libro son conversaciones literarias entre dos personajes para decir sus gustos, sus opiniones literarias. Usa el libro para eso. Así sabemos que el Amadís de Gaula es el libro que más le gusta. Y la invención, claro. Es lo que más me interesa. En Carácter y destino tengo un ensayo sobre él.
Y vuelve a perder la mirada mirando hacia la pared. Silencio.
¿Otros autores?
Baroja tiene libros divertidos. Unamuno tiene mucho interés, mucho interés; pero sus versos no, son horribles. Unamuno es muy inteligente.
¿Y Lorca?
Poco, muy poco. La poesía no me interesa.
Le he leído algún poema...
¿Sí? ¿Dónde?
Tiene publicados varios, alguno aparece en la biografía sobre usted...
Me mandaron el libro, el original, antes de que se publicara. Me cabreó. Esos libros son para los que ya están muertos. Pero no he leído ni una línea. Ha fisgado mucho [J. Benito Fernández], ha encontrado personas fáciles de palabra y opinión, y eso es intolerable. Pero estuvo bien que me lo haya mandado, eso es de caballero. Pero no he leído ni una línea. Ya leo poca cosa. Ya no leo de casi nada...
Y pierde su mirada hacia la pared del salón. Silencio.
- Soy muy viejo para entrevistas.
Se incorpora y ofrece la mano. Aprieta. Y mira sin pestañear. Este hombre es de otra época. De otro mundo.

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