https://www.elconfidencial.com/mundo/2015-03-09/hablan-las-victimas-de-los-curas-pederastas-polacos-juan-pablo-ii-no-deberia-ser-santo_723094/

Autor
Tiempo de lectura8 min
Le dio la primera comunión. Le regaló una bicicleta. Luego se lo llevó del pueblo a la ciudad y allí lo inscribió en la escuela y le encontró un trabajo a su madre en la parroquia. De vez en cuando, incluso le regalaba botes de jabón Palmolive que él compartía con sus compañeros de internado, para que ellos también se lavaran. Por eso, Dariusz Krokoszynski le llamaba tío, agradecidos como estaban, él y su familia, por aquel inesperado benefactor que les aliviaba la vida en esa difícil Polonia de los años 80. No imaginaba Dariuzs que un buen día su protector se convertiría en su verdugo.
“La primera vez, tenía 15 años. La segunda, ocurrió en la habitación de los huéspedes de la parroquia. Me puso de espaldas y empezó a tocarse en las partes bajas. Yo no me moví, no podía. Otra vez, durante una excursión en las montañas, había reservado una habitación para nosotros. Me puso una mano en los genitales y sólo paró cuando llegaron otros sacerdotes”, cuenta a este diario Krokoszynski, cuyo relato, ocultado por él mismo durante largos años, produce el mismo escalofrío que las centenares de revelaciones de abusos sexuales contra niños a manos de sacerdotes que se han destapado en estos años. O peor. Aún hoy en Polonia, el país natal de Juan Pablo II, sigue siendo en muchos aspectos un tema tabú.
“En países como Irlanda estos abusos se han afrontado, la Iglesia ha pedido perdón, la sociedad ha condenado sin resquemores. Nosotros en Polonia vivimos una situación dramática. Hay miembros del clero que han llegado a decir que son los niños los que provocan a los curas pederastas; conseguir un resarcimiento económico es prácticamente imposible y los archivos que hay sobre el tema aún no han sido abiertos”, denuncia Marek Lisiśnki, presidente de la fundación de víctimas polacas “No tengáis miedo (Fundacja Nie lękajcie się)” y quien recientemente viajó a Roma para pedir la ayuda del Vaticano. “Lo hicimos, pues la jerarquía católica polaca nos ha dicho claramente que no quiere ni vernos, ni hablarnos”, añade.
En Irlanda los abusos se han afrontado, la Iglesia ha pedido perdón. Pero en Polonia no
Aun cuando a partir de 2002, y con más intensidad desde 2009, el escándalo de los abusos clericales saltó a las portadas de los diarios de los cinco continentes del mundo, el caso polaco permaneció en los dominios del silencio y de la impunidad. Y sus víctimas, olvidadas. Ni siquiera le afectaron las críticas abiertas de políticos y organizaciones de todo tipo ni la durísima investigación de la Comisión sobre los Derechos del Niño de la ONU que desembocó en la reacción y la petición de perdón por parte de numerosas iglesias locales y del mismísimo Vaticano.
La Iglesia polaca ha esquivado por mucho tiempo el terremoto de los abusos clericales. Tanto que la misma asociación fundada por Lisiśnki ejemplifica la dificultad y complejidad del caso. A pesar de que la mayoría de sus miembros son víctimas que sufrieron abusos hace 30 e incluso 40 años, sólo hace dos años, en 2013, Lisiśnki logró convencer a otros tres afectados a asociarse y luchar por sus derechos.
En poco tiempo, se sumaron rápidamente otras 100 víctimas, que se unieron como miembros de “No tengáis miedo”. No hay cifras fiables, sin embargo, sobre cuántos han sido los casos de abusos sexuales a manos de curas en Polonia, país en el que la Iglesia sólo ha empezado a hacer estadísticas sobre el tema desde 2012.

¿Santo súbito?
La explicación puede parecer sencilla pero tiene aspectos inquietantes. “Es cierto, los silencios de Juan Pablo II sobre este tema hicieron mucho daño y por eso no debían hacerlo hecho santo", dice Lisiśnki. "Condujo a un ocultamiento tan sigiloso y duradero que son muchos los que en Polonia no han tenido y no tendrán nunca justicia. Pero, más grave aún, es que todavía hay obispos en Polonia que siguen encubriendo y pocos se han involucrado en encontrar soluciones”, continúa, al denunciar la persistente connivencia dentro del clero polaco.
Un reflejo, denuncia, han sido los recientes comentarios de prelados polacos. Como el de Jozef Michalik, uno de los más influyentes del país, quien en octubre de 2013 (es decir, mientras en Roma el Papa Francisco aprobaba leyes para endurecer los castigos a sacerdotes pederastas), llegó incluso a sugerir que los niños tienen parte de la culpa de ser objeto de abusos sexuales a manos de sacerdotes, lo que provocó una indignación a escala internacional y obligó a la Iglesia polaca a pedir disculpas.
Otro año tuvo que pasar para que el arzobispo polaco Józef Wesołowski, nuncio apostólico en la República Dominicana y acusado desde hacía tiempo de numerosos abusos sexuales (incluso por la justicia de ese país latinoamericano), fuera arrestado y recluido en El Vaticano por orden del Papa argentino.
De ahí el recelo a denunciar de Dariusz. O el de Stanislaw, otro de los miembros de la fundación y quien de niño quería ser sacerdote, tanto que en tercer grado de la primaria ya era monaguillo. “Me gustaba esa vida. Pero no sabía qué me esperaba por ese camino”, recuerda ahora. “Cuando tenía 14 años, M.M., en ese momento responsable del grupo de jóvenes de la parroquia y hoy un conocido liturgista, me invitó a su habitación, me ofreció agua y me empezó a tocar. Primero en la panza, luego más y más abajo…”, recuerda Stanislaw, quien sólo ahora ha denunciado el abuso ante las autoridades de su país. “Fue al ver a otros que también denunciaban cuando me atreví a hacerlo”, explica.

No es un problema sólo de la Iglesia
El problema es que en muchísimos casos ya es tarde para un castigo legal, lo que impide también que se haga visible la verdadera naturaleza de estos abusos ante el rostro de los polacos. “Se trata de delitos horribles, sí, pero muchos casos se cometieron hace décadas y, por tanto, han caído en prescripción. Y además los tribunales civiles polacos todavía no son particularmente dados a la colaboración con las víctimas”, asegura la periodista Agnieszka Zaakrzewicz, quien desde tiempo investiga sobre los curas pederastas de Polonia, en particular Wesołowski. “Es muy difícil que haya justicia”, añade Zaakrzewicz.
Claro que todo esto, en sus partes más sustanciales, es rechazado por la Iglesia polaca. “Decir que la Iglesia polaca no ayuda y continúa encubriendo abusos es una afirmación falsa”, indicó monseñor Jaroslaw Mrowczynski, vicesecretario general de la Conferencia Episcopal Polaca, en un correo electrónico remitido a esta periodista después de solicitar una respuesta a estas acusaciones.
“Por el contrario, diría que la Iglesia es la única institución (en Polonia) que ha tomado papel en el asunto”, continuó argumentando, al precisar que estas medidas van desde una investigación interna a nuevos cursos de formación para los sacerdotes, así como la aplicación de líneas guías basadas en las nuevas normas vaticanas.
El argumento de Mrowczynski es el de muchos otros prelados que apuntan a que el debate sobre cómo prevenir estos ignominiosos delitos no alcanzó a las propias sociedades. En Europa, uno de cada cinco niños sufre abusos y el 80% conoce a su agresor, pero la mayoría no los denuncia, según el Consejo de Europa, organismo que ha lanzado una campaña para hacer frente al fenómeno. Y otros informes van en la misma línea, como el Estudio sobre las Experiencias Adversas en la Niñez (ACE), que indican que un 25% de las mujeres y un 18% de los hombres sufren de abusos sexuales en Occidente antes de cumplir los 17 años de edad.
Lisiśnki, quien a principios de diciembre viajó a Roma para entregarle una carta al Papa Francisco, insiste en que la situación es particularmente grave en Polonia en lo que respecta a clérigos pederastas. Sobre todo porque, indica, falta aún un sincero mea culpa. “No sé con exactitud qué le decían (a Juan Pablo II) y qué le ocultaban sus colaboradores, en particular su secretario (Stanislaw) Dziwisz, pero él era el Papa cuando se produjeron muchos de esos abusos. Y hoy Dziwisz es el actual arzobispo de Cracovia y un cardenal de la Iglesia católica”, reitera. Aun así, algunas luces se empiezan a ver en medio de tantas sombras, como probó la reciente condena por parte de un tribunal de la ciudad de Wroclav de un cura polaco arrestado por flagrante delito en 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario