jueves, 7 de diciembre de 2017

La caza del «Yeyo», el narcolanchero que mueve el hachís en Huelva Cae su organización, pero él logra fugarse antes de construir un helipuerto para cocaína CRUZ MORCILLO Madrid07/12/2017 19:05hActualizado:08/12/2017 03:10h







«Esta noche curramos». A una orden de Sergio Mora Carrasco, alias «Yeyo», la maquinaria del tráfico de hachís en las costas onubenses se engrasa. Un miniejército se dispone para transportar, almacenar y distribuir miles de kilos de droga desde Marruecos a través de embarcaciones semirrígidas por la zona del río Piedras en Cartaya (Huelva), con individuos de seguridad situados a ambas orillas del río. Y así una noche tras otra, con «Yeyo», el empresario, al mando.
En los últimos meses, Policía, Guardia Civil y Vigilancia Aduanera han logrado asestarles un duro golpe: 5.100 kilos de hachís intervenido y 14 detenidos, además de seis barcos, dos motos de agua, un helicóptero, una avioneta, un ultraligero, dinero y armas. Pero Yeyo logró huir. Aún no se sabe cómo, o si alguien le dio un chivatazo. Ahora, uniformes de uno y otro color con la Fiscalía Antidroga de la Audiencia Nacional están tras sus pasos, con el objetivo de capturarlo por enésima vez. La Policía Nacional lanzó ayer un tuit con su fotografía, su apodo y el hastag #wanted junto a los teléfonos de ambos Cuerpos policiales, una difusión insólita avalada por la Fiscalía, según confirmaron a ABC fuentes de la investigación. Se barajan tres escondites, dos de ellos más probables: Huelva y el Algarve portugués aunque no se descarta que haya buscado refugio entre sus proveedores de Marruecos. «Es un escondite más arriesgado y creemos que menos posible», explican las fuentes consultadas. Junto a él se fugaron al menos dos de sus hombres.
Como el gran narco que es -su patrimonio supera los treinta millones de euros a nombre de terceros, por supuesto- la leyenda se superpone a sus actos reales. Desde hace 22 meses le seguían los pasos. Se intervinieron entonces 2.700 kilos de estupefaciente y se arrestó a tres transportistas que trasladaban el alijo desde la playas de Huelva a una «guardería» de droga. Las pesquisas condujeron hasta Sergio Mora, como director de la orquesta, con dos estructuras a su servicio bien diferenciadas. Una se dedicaba a los aspectos financieros con la recaudación de dinero, la financiación de las partidas y el blanqueo. La segunda era la encargada del transporte, almacenamiento y distribución del hachís y estaba controlada por un mecánico naval. Funcionaba con un férreo régimen militar y con medios tecnológicos casi imposibles de detectar.
«Nosotros sabíamos cuando habían hecho un trabajo pero por los teléfonos es imposible pillarlos», admiten fuentes policiales. Era el propio «Yeyo» quien contactaba con los dueños de la droga en Marruecos y negociaba los transportes, asegurando garantías para que la mercancía llegara intacta a su destino. «A diferencia de otros jefes de organizaciones, él se metía de lleno y si tenía que coger la lancha la cogía», dicen los investigadores. No en vano, Yeyo mantiene desde hace años una vida paralela en la que competía y despuntaba como piloto en el Mundial de Class1, la Fórmula 1 del Mar, y más recientemente como próspero empresario.
Él y su familia regentan la hacienda La Montija, a unos 10 kilómetros de Huelva, un lugar de ensueño, eje de celebraciones de postín donde se da cita lo más granado de la sociedad onubense. La tiene en régimen de alquiler con opción a compra y fue una de las propiedades del narco registrada por los investigadores el pasado octubre (hubo once entradas y registros y nueve detenidos) con la esperanza de encontrarlo. Había huido. La leyenda del lanchero de las competiciones, agrandada, asegura que se fugó desde La Montija en un helicóptero, pero según fuentes policiales esa información carece de base real. Dio esquinazo a los investigadores aunque aún falta por saber cómo y quién le ayudó.
Un par de meses antes, habían incatuado otros 2.300 kilos a su gente. Acababan de meterlos a través del río Piedras y los habían cargado en dos todoterrenos, uno de ellos robado en Málaga. En esa partida los investigadores volvieron a ver el sello de Yeyo. Cuando el hachís estaba en la costa española, los miembros de la organización recibían un código desde un teléfono marroquí, y ese mismo código estaba impreso en los fardos de droga; indicaba la cantidad pagada y la calidad y era una herramienta para saber qué partida correspondía a cada cliente. Los beneficios obtenidos acababan «lavados» en establecimientos hoteleros como La Montija. El último negocio planeado era construir un helipuerto junto a Cartaya para sumarse al transporte de cocaína mediante hidroavionetas. La compra de los terrenos estaba a punto. La huida del Yeyo dio al traste con el nuevo medio que quería ser lanchero y piloto.


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