domingo, 19 de noviembre de 2017

En 24 horas habían llegado ayer a la costa murciana al menos 44 pateras con cerca de quinientos inmigrantes ilegales, en su inmensa mayoría jóvenes varones árabes. Con un dato muy especial a tener en cuenta: procedían de Argelia. Que es sin duda el punto de origen más temido por quienes observan la situación de la seguridad en el Mediterráneo y las fronteras europeas a medio plazo.






Un desembarco argelino

La guerra a la inmigración ilegal exige un coraje que es muy escaso

Hermann TertschActualizado:Lo que más asusta es la calma con la que algunos se lo toman. Televisiones, radios y medios escritos informaban ayer como de un vulgar suceso de lo que es, por desgracia, mucho más que eso. En 24 horas habían llegado ayer a la costa murciana al menos 44 pateras con cerca de quinientos inmigrantes ilegales, en su inmensa mayoría jóvenes varones árabes. Con un dato muy especial a tener en cuenta: procedían de Argelia. Que es sin duda el punto de origen más temido por quienes observan la situación de la seguridad en el Mediterráneo y las fronteras europeas a medio plazo. Argelia ha cuadruplicado su población en medio siglo y es con más de 40 millones de habitantes ya el país más poblado y más joven del Magreb.
El comienzo de una presión migratoria ilegal argelina tolerada o no reprimida por sus autoridades es una de las pesadillas más consistentes para los responsables de la seguridad del flanco meridional europeo. La costa mediterránea española podría convertirse rápidamente pronto en un escenario dantesco, como los que se han ofrecido en ciudades portuarias italianas en el pasado año. De repente, el viernes las pantallas de vigilancia de la costa en Cartagena comenzaron a detectar movimientos en lo que pronto parecía toda una invasión, obviamente organizada y sincronizada, de pequeñas embarcaciones. Buques de Salvamento Marítimo salieron a interceptarlas y todos los inmigrantes ilegales fueron traídos a suelo español. El único que realmente parecía ayer ser consciente del gravísimo momento era el delegado del Gobierno en Murcia, Francisco Bernabé. Calificaba sin ambages esta oleada de pateras como «un ataque coordinado contra nuestras fronteras y, por tanto, contra las fronteras de la UE». E intentaba subrayar la necesidad de que estos inmigrantes fueran expulsados. No lo decía tan claramente, porque no sería delegado de este gobierno si lo hiciera. Decía que había que controlar antes, lo que se sobreentiende, si hay algún caso que pudiera ser aceptado como refugiado político. Lo más seguro es que no lo haya. Lo casi seguro es que al final todos se queden deambulando por España o prosigan hacia el norte de Europa.
Los traficantes parecen haber cambiado su ruta después de los Balcanes e Italia a España. Pronto podríamos estar con decenas de barcos de ONG e instituciones oficiales creando un flujo constante de inmigrantes ilegales desde Argelia a España, como se ha hecho en la costa libia con Italia. Las consecuencias para la seguridad de España y toda Europa son incalculables, pero en todo caso aterradoras. Nadie se atreverá en España a proponer como han hecho políticos en otros países europeos que el salvamento debe consistir en rescatar a los náufragos y devolverlos a la costa de origen. Pedir un discurso y una política sólidos en defensa de la inmigración legal y por tanto de guerra a la ilegal es algo que exige sentido común, valentía política y ganas de decir la verdad.
Hermann TertschHermann TertschArticulista de OpiniónHermann Tertsch

No hay comentarios:

Publicar un comentario