Padres
contra hijos, maridos frente a mujeres, hermanos contra hermanas... Es
la otra tragedia del 'procés'. La que se vive en Cataluñade puertas para
dentro.
La escena se repite toda vez que Gisela Revelles y Daniel Riera rozan el alambre de espinos que los separa políticamente. Gisela, que antes de conocer a Dani ejerció el periodismo, es apasionada de la política; Dani lo es de su sentimiento identitario catalán: «Voto lo que me parece más adecuado en cada momento (la última, a Junts pel Sí), no tengo esclavitudes políticas, pero soy claramente independentista». Un sentimiento identitario grabado a fuego durante sus veraneos infantiles con los abuelos en Tona, Plana de Vic. ¿Y después? «Después viene el PP, que es una fábrica de hacer independentistas, y ahora los catalanistas queremos ser independientes».
Gisela confiesa que le cuesta, le cuesta horrores la «conllevancia» que acuñara Ortega y Gasset para referirse a lo irresoluble del sentimiento catalanista con el que los españoles habrían de aprender a convivir. «Es imposible dialogar con la razón frente a alguien que lo hace desde el corazón y el sentimiento; es un desencuentro absurdo que a mí me genera impotencia, porque pienso en lo inteligente que es mi marido y no entiendo cómo se deja llevar por algo tan irracional. A ver, aquí la cúpula del poder es práctica, y me refiero a los del 3%, cuentas en Andorra y demás, y le resulta muy fácil manipular al pueblo a través del sentimentalismo». A lo que su pareja, 10 años de convivencia estrecha, en el afecto y en el trabajo, responde: «Eso que dices no es una opinión, porque no tienes pruebas; si pudieras demostrármelo lo discutiría, pero una cosa es creer y otra muy distante, la realidad».
¿Quién pone el punto final cuando la cosa se incendia entre ellos? «Lo pone Gisela, porque yo soy más vehemente, y me precipito en largos monólogos. Entonces paro». ¿Entonces prevalecen el sentimiento de familia y el amor entre los dos? «Entonces se impone el sentimiento de independencia de mi familia, me convierto en una tortuga y miro sólo dentro de mi caparazón, mi pequeño mundo», responde Dani. «Yo comprendo que están viviendo un momento emocionalmente muy intenso, porque creen que algo nace, que su país despierta, pero yo soy racional y pienso que esto es todo un absurdo y que lo que debiera emocionarle a mi marido es el nacimiento de nuestro hijo». Gisela está embarazada de 14 semanas, después de haber adoptado a un fantástico niño etíope hace ya 14 años, para quien Dani es su padre desde los tres años.
"Para no caer en su discurso, te callas", lamenta Gisela. Ella y su marido Dani tienen que ver las noticias separados.
-El PP aprovecha esta situación para ganar votos entre los españolistas. ¡El PP, esa banda criminal!
-¡Relájate, que estoy hablando yo!
«Para no caer en su discurso, te callas», prosigue su mujer. «Los nacionalismos han traído a Europa lo peor (Gisela nació y se crió en Puerto Rico, estudió en Madrid, tiene un hijo etíope, trabajó en Baleares y ahora lo hace en Cataluña). La política no puede administrarse desde lo emocional. Ellos están emocionalmente preparados para ignorar el 3% y toda la corrupción de su clase dirigente, pero si no han sido capaces de luchar contra la corrupción y el robo institucionalizados siendo una autonomía, ¿cómo van a conseguirlo siendo un país?».
-¡Nos tratáis como si fuéramos infantiles!
-Para mí lo sois.
-Esto es muy ofensivo: somos una nación con una larguísima Historia. ¿Estás diciendo que no estamos preparados para autogobernarnos? ¿No entiendes que es una barbaridad lo que dices?
-Digo que Cataluña es menor de edad. Os veo manifestaros, a los independentistas, porque no olvides que no sois toda Cataluña, y parece que estuvierais jugando en un esplai (club de juegos infantiles organizado por movimientos cívicos).
-¿Lo que tú quieres son muertos, violencia? Pues esa no es nuestra cultura, somos pacíficos, pero nos desprecias hasta por eso.
-No me gusta lo que veo.
-Llegado este punto, estás reflejando lo que ellos, la conciencia de España, piensa sobre nosotros.
Y así ad infinitum, si no fuera porque tenemos bastante, y porque ya basta. Quede como pequeña muestra de lo que es la convivencia en las familias catalanas enfrentadas por independencia sí o no, con todas sus variantes, que son muchas, pero que siempre acaban en confrontación. La rauxa contra el seny, arrebato versus mesura.
La comida del domingo
Podríamos titularlo la comida del domingo. ¿Qué pasa en las comidas familiares de domingo y fiestas de guardar? «Yo siempre digo: al primero que hable de política, le toca pagar», responde Ángel Segovia, refiriéndose sobre todo a las reuniones de amigos, porque en familia... «En familia lo evitamos, y si no, el problema está asegurado; mi sentimiento es de asombro y profunda lástima cuando estoy entre mis hermanas, que pelean siempre para convencer a mi madre, que un día está aquí y otro, allí».Es el segundo de cuatro, el único varón, jefe de una empresa de productos de limpieza, en continua y soterrada pugna frente sus dos hermanas menores, radicalmente indepes (término pretendidamente chic and cool que se han adjudicado los más pro de la estelada, tal que una tendencia de moda) y, lo que lleva peor, contra sus sobrinos y su propia esposa.
Esta tarde ha llegado inusualmente pronto a casa y su hija le ha recibido con la cancioncilla In-inde-independència. «Tiene siete años y ni la más remota idea de lo que está diciendo, pero es lo que cantan los niños en el colegio (Premià de Dalt)». Entonces él le explica: mi niña, no cantes eso, no es bonito; y la niña: "mamá me deja..."
«Yo he sido catalanista toda la vida, cuando fui jefe de un centro comercial organicé la primera semana de productos catalanes, con sardanas y castellers y todo lo demás, pero un día, en la Diada de hace dos años, me sentí excluido por los radicales independentistas, y ese día lloré». Y como en un acto de buena voluntad, como quien se apunta a una ONG, Ángel leyó el ideario de Ciudadanos y fue a afiliarse, y hoy coordina el grupo municipal del partido anti independentista de su pueblo: «Soy profundamente demócrata, catalán y español».
Su padre era gallego, economista, y su madre de Santander, y ellos nacieron aquí en el Maresme. El padre siempre había votado a la derecha nacional en las generales y a la derecha catalanista en las autonómicas, o sea, la extinta CiU. Confiesa que su padre se revolvería en la tumba si supiera de las andanzas del referente político de entonces, es decir, Jordi Pujol. Fue el sentimiento catalanista que tanto prendió en los charnegos de los años 60 lo que mamaron los hermanos Segovia Castilla. Pero sus hermanas menores (paradójicamente nacidas en Salamanca durante un destino laboral del padre) desarrollaron la película en el sentido contrario.
«Nosotras éramos catalanistas pero a partir del 2006, ante la impugnación del Estatut, nos convertimos en indepes», habla Anna, la menor de los cuatro, profesora de matemáticas de ESO en los Salesianos de Badalona. «Te vas radicalizando cuando ves la sordera y la cero conciliación que plantea el Gobierno de Madrid. A mí me gustaría que los catalanes, sólo nosotros, votáramos en un referéndum pactado; y partir de cero, con nuestra independencia, eligiendo a los representantes de nuestro Estado, porque nosotros a los Reyes no los hemos elegido. Claro que al principio no sería fácil, pero no tenemos miedo, lo conseguiríamos; nuestros jóvenes pagarían la jubilación de nuestros mayores como ahora hace el Estado, pero con nuestra propia caja. Y la Unión Europea, ya se vería, de momento todo lo que allí proclaman es pura palabrería».
Y luego está lo del chat familiar: "al tío Ángel lo voy a bloquear del grupo", dice algo en broma pero más en serio su sobrino, que es cupero y que esta tarde noche seguro estará agitando la batalla campal contra la policía frente a la sede de la conselleria o cuartel general de los dineros de Junqueras. Son varios los sobrinos de Ángel y Anna que simpatizan con la CUP, y no les gustó nada que en la última Diada, mientras ellos mandaban fotos de la algarabía indepe, el tío subiera fotos solazándose en la playa, en plan paso de vosotros, qué bien se está en el mar con la que cae. Y esto es precisamente lo que más pena y asombro le causa al tío Ángel, cercado en su propia familia; esto, que «lo aprendieron en los centros de actividades excursionistas, que son verdaderas escuelas de adoctrinamiento: suben la loma, plantan la estelada y la cuelgan en Instagram, y así se sienten héroes de la patria».
Y el relato se cierra como un círculo con idéntica observación de Gisela Rivelles: «La primera vez que Lucas me escuchó burlándome de su padre al son de la cancioncilla In-inde-independència, me miró fijamente y me dijo: "Mamá, eso es lo que me hacían cantar en las colonias (campamentos infantiles)» y a mí me da mucho miedo. Porque ahí en las colonias y demás actividades grupales como ésta de los esplais, cuenta Gisela, es donde hacen germinar la identidad, donde adoctrinan y consiguen que cale el necesario sentimiento de grupo.
Padres contra hijos
Pero no son Ángel vs. Anna, Gisela vs. Dani, sino miles de padres contra hijos, esposas frente a sus maridos, madres silenciadas por hijas. Como el caso de Núria Clapés y su primogénita, Blanca, historiadora del arte y arquitecta, respectivamente, que desde que comenzara la escalada no pueden dirigirse la palabra en casa; no más allá de qué hay para comer o ¿cenas en casa esta noche? O este otro que me cuenta Joan Estrada de la sala de teatro Muntaner, agitador cultural y fundador del lobby progresista Uns dels nostres. Le sucedió el pasado septiembre a su estupenda madre, Clara, 94 años. Le llama intempestiva su cuñada Rosita de buena mañana: «Bueno, Clara, irás a votar sí, espero». Y la madre: «Pero qué dices, si eso es ilegal; y sobre todo, ¿ya no te acuerdas de cómo murió mi marido, tu hermano, a las tres de la madrugada en un box de urgencias porque los recortes del señor Mas habían cerrado dos plantas del Hospital del Mar?». La tía Rosita, 88 años, le colgó el teléfono sin mediar respuesta. Y hasta ahora.Historias cainitas. Peor aún ésta, la de Arnau, el mosso d'Esquadra, resistiendo la embestida de su propia madre y resto de indepes frente al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña la tarde del jueves. Y la madre: «No, mi hijo y yo pensamos diferente, pero nos respetamos; son los españolistas los que quieren vernos enfrentados, pero nosotros somos pacíficos, es así nuestra cultura catalana». Como si lo hubieran leído en un tebeo de larga y doctrinaria tirada.
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