sábado, 11 de noviembre de 2017

Es triste que este señor tenga razón. Europa hoy es tecnorata ( tecnocrata sin la letra c ) : «Tenemos que acabar con esto. Jóvenes, chicos y chicas: ¿Pero no os dais cuenta que os están lavando el cerebro». ... Después pidió perdón. Su mensaje ha creado una furibunda polémica en las redes sociales ------ yo antes hubiera criticado al cura pero viendo todo lo que he visto creo que lo mejor es defenderse a ser posible alejándome del peligro.














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Esto es una guerra sobre todo en el Mediterráneo. Cuidado con los lover boy. Os sugiero buscar pareja en la iglesia.
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http://www.abc.es/sociedad/abci-cura-italiano-culpa-menor-culpable-haber-sido-violada-201711101942_noticia.html 



Un cura italiano culpa a una menor de ser culpable de haber sido violada

«Ninguna piedad para quien elige la diversión desenfrenada», dijo el párroco, quien recibió muchos aplausos y también duros ataques. Después pidió perdón. Su mensaje ha creado una furibunda polémica en las redes sociale

 

ÁNGEL GÓMEZ FUENTES

Corresponsal en RomaActualizado:
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«Tesoro, si te emborrachas y te alejas con un marroquí, ¿qué esperas que te suceda?». Estas frases las escribió en Facebook el sacerdote Lorenzo Guidotti para criticar a una joven de 17 años que denunció haber sido violada en el vagón de un tren en la estación de Bolonia. La joven contó a la policía que conoció al magrebí después de haber bebido mucho. La menor sostiene que sufrió violencia y que se despertó semidesnuda sin su bolso, que le fue sustraído.
Estos son los hechos que desencadenaron la ira del cura Guidotti, párroco de San Domenico Savio, en un barrio de Bolonia: «Tesoro, despertarte semidesnuda es lo mínimo que te puede suceder. Lo siento, pero si nadas en un acuario de pirañas no puedes lamentarte si cuando sales te falta una extremidad», añadió el párroco, al tiempo que se hacía una pregunta y se daba la respuesta: «¿Tendría que sentir piedad? ¡No!». El sacerdote termina su mensaje en Facebook con estas frases en letras mayúsculas: «Tenemos que acabar con esto. Jóvenes, chicos y chicas: ¿Pero no os dais cuenta que os están lavando el cerebro». Lorenzo Guidotti se ha lamentado de que en algunas zonas de Bolonia, como la Plaza Verdi, «todo está permitido», en referencia a las drogas, subrayando también que seguramente el marroquí que presuntamente violó a la joven podría haber sido uno de los traficantes de drogas que circulan por esas calles de Bolonia.

Furibunda polémica

El escrito del párroco Guidotti ha desencadenado un gran debate y polémica en las redes sociales, con muchas opiniones y aplausos a su favor , pero también con duros ataques, sobre todo por parte de movimientos feministas, que le han recordado que «la violación es culpa del violador». La Iglesia, por medio del obispo de la diócesis, se ha distanciado de la posición del párroco, porque en su comentario hay una carencia de solidaridad humana. «Resulta obvio que si uno se mete en un acuario con pirañas, se corre el grave riesgo de ser mordido; pero es menos obvio que la condena y reprobación colectiva se concentre sobre la persona que ha sido mordida en lugar de hacerlo en las pirañas», comenta el escritor Massimo Gramellini, añadiendo que «para ciertas personas ‘con sentido común’, la imprudencia se ha convertido en un pecado más grave que la violencia».


El sacerdote, que es estimado por muchos de sus parroquianos por su labor a favor de los pobres, ha recibido la solidaridad de muchos que se reconocen en su comentario. Pero ante el sinfín de furibundas reacciones que sigue suscitando su comentario, el sacerdote pidió disculpas: «Me he equivocado, no quise atacar a la joven, y he añadido dolor al dolor», ha dicho en síntesis el párroco, precisando que él quiso con su comentario hacer recapacitar a la gente y protestar contra la «cultura de la diversión sin freno y con drogas por parte algunos jóvenes». 


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“Fui tratante de mujeres durante más de veinte años. Las compré y vendí como si fueran ganado”

Uno de los criminales de la trata desvela en el nuevo libro de Mabel Lozano cómo funcionan estas redes en España









Imagen de archivo de un local en La Junquera. Ampliar foto
Imagen de archivo de un local en La Junquera. AFP

En primavera de 2000 llegó al aeropuerto de Madrid la selección nacional femenina de Colombia de taekwondo. 19 chicas que salieron por la puerta en fila india, ataviadas con el chándal oficial (azul, amarillo y rojo) y el escudo de la Federación. No tuvieron problemas con Inmigración pese a ser un vuelo 'caliente'. Contaban con sus visados obtenidos en el consulado de Colombia. Habían presentado sus fichas federativas y, desde luego, tenían la invitación y el programa de la competición que venían a disputar a España. Entre la documentación también contaban con papeles de un gimnasio de artes marciales de Cali en el que habían sido inscritas. Al llegar a Madrid, un autobús las desplazó a Valdepeñas, y allí se cambiaron los chándales por lencería para ser paseadas ante un grupo de hombres antes de ser distribuidas en diferentes clubes de España. En Colombia no existía ninguna federación de artes marciales, las chicas nunca se habían subido a un tatami, el chándal fue encargado por un matón, la invitación y el programa del gimnasio eran una patraña, el entrenador era el hombre que las había captado en Colombia y el proxeneta que las recibió en Barajas había ganado una apuesta a sus socios: conseguir meter el mayor número de mujeres en Madrid para ser prostituidas. Como lo consiguió, se quedó con todas las chicas y un BMW. Se trataba de Miguel, el Músico.


"Hola, soy proxeneta". Ese fue el mensaje que recibió la directora Mabel Lozano, activista contra la trata de mujeres (ha realizado dos películas, la última Chicas Nuevas 24 Horas). Lozano esperaba la llamada. La gestión se produjo gracias a la intermediación de José Nieto Barroso, inspector jefe de la Unidad contra Redes de Inmigración Ilegal y Falsedad Documental (UCRIF). Nieto Barroso llevaba años en contacto con El Músico, que en un momento de su carrera criminal empezó a colaborar con la Policía como 'boquerón', chivato. El Músico fue uno de los primeros grandes jefes de la trata y secuestro de mujeres en España en una década, los 90, en la que el negocio de la prostitución cambió de tercio: de ser los chulos los que proveían a los clubes de mujeres españolas, fueron los propios clubes, a través de una estructura mafiosa con infiltraciones en policía, justicia y política, los que empezaron a 'importar' miles de mujeres extranjeras engañadas. Su larguísima confesión en forma de libro ('El proxeneta', Alrevés, 2017) contrastada con fechas, cifras y comisión de delitos en poder de la UCRIF, es la primera que revela el funcionamiento de la trata y prostitución en España. Un país en el que, según datos del Gobierno, se mueven alrededor de este negocio unos cinco millones de euros al día y fueron identificadas, en 2016, 14.000 víctimas de trata: apenas la tercera parte de las mujeres captadas en sus países de origen por las organizaciones criminales.
"La primera regla que se aprende es a no mirarlas como tuyas, sino como la materia prima de tu negocio. Es importante no involucrarse en su vida más allá de lo necesario (...) Simplemente es una propiedad, como la Coca-Cola que vendes, y hay que tratarla como tal. Si te involucras en su vida o en sus problemas, te puede afectar, porque esa mercancía tiene sentimientos (...) Creamos una forma de vida que se sostiene gracias a la esclavitud, sin siquiera saberlo o pensarlo (...) La trata dio paso a los macroburdeles para los clientes, que no eran otra cosa que cárceles de lujo repletas de miseria, para las mujeres esclavas de un sistema nuevo y cruel. Las convertimos en grandes máquinas expendedoras de dinero", dice Miguel, nombre falso cuyo apodo (El Músico) es real, así como las localizaciones y los sobrenombres del resto de proxenetas, todos aún en activo o encarcelados: Chepas, Dandy, Gallego... "No es un asunto de sexo, es un asunto de coco. Un buen chulo no cobra por follar; lo hace por tener la respuesta adecuada para lo que preocupa a una puta", dice Iceberg Slim en un libro autobiográfico (Pimp, memorias de un chulo, Capitán Swing, 2016).
Debajo de ese mundo regido sin códigos, donde la degradación moral alcanza niveles irreversibles (pura esclavitud: palizas, violaciones, sometimiento a base del terror y la amenaza perpetua sobre sus familias en sus ciudades de origen, visitadas frecuentemente por el captador si la chica no rinde o da problemas) se entronizan hombres como Miguel, el Músico, y se van por el desagüe vidas como la de Lucía, que llegó con 18 años a Madrid, dejando a su hijo en Colombia al cuidado de su madre para trabajar de camarera, pagar su deuda con los tratantes y quedar libre para ahorrar un dinero durante meses que en su país sería una fortuna. Ya en España se le comunicó que tenía que prostituirse. Son reacciones, dice el Músico, "clonadas". Enmudecen. Luego entran en estado de shock y empiezan a llorar. De forma inagotable. Porque saben que no hay vuelta atrás, que se han quedado atrapadas.


En España, según datos del Gobierno, se mueven alrededor de este negocio unos cinco millones de euros al día y fueron identificadas, en 2016, 14.000 víctimas de trata
"Nadie se levanta una mañana y decide ser puta, pero nosotros tenemos la tela de araña perfectamente tejida donde caben las promesas de una vida mejor para ella y los suyos, los halagos que le gusta escuchar y algunas ayudas insignificantes que le presentamos como grandes favores y que ella nos agradece como si lo fueran. En cuanto la mosca pega sus diminutas patitas a la red pringosa, ya le es imposible soltarse. Y ahí se queda. Cazada. Lista (...) La balanza del acuerdo verbal no se inclina a ambos lados por igual. Por eso el supuesto consentimiento de las víctimas no es más que una farsa donde no existen los requisitos éticos imprescindibles en cualquier relación personal, social o laboral (...) Yo surtí, durante años, a doce de los mejores macroburdeles que existen en la actualidad en España. Los llené de esa materia prima que los puteros llaman 'carne fresca', día a día. Y jamás me paré a pensar si la mercancía que yo importaba eran personas como yo. Ellas eran otra cosa. Eran putas".
Asumido el golpe, Lucía hizo de tripas corazón "con enorme disciplina y a destajo". En tres meses consiguió los 6.000 euros del dinero que creía deber a Miguel por sacarla de su país y darle un trabajo. También había pagado cada día los 50 euros que se abonan para poder bajar al salón y ejercer allí. Se presentó en el despacho de su proxeneta con una sonrisa "de satisfacción y felicidad". Miguel hizo cuentas delante de ella y le dijo que ya solo le faltaban 425 euros para cumplir la deuda. La convenció de que dentro de un mes volvieran a hablar, pero necesitaba extender su visado por tres meses en España para poder seguir en el club "ya sin deuda" y ahorrar para volver a su país con dinero para su familia. La extensión del visado es gratuita, pero Miguel le dijo que costaría "apenas" 1.200 euros. Le explicó que con ese visado estaría tranquila en España en caso de una redada. Quieren todas lo mismo, dice Miguel: estar en España legalmente, ahorrar y volver con dinero a sus casas. Por eso Lucía regresó al mes siguiente creyendo la deuda saldada al despacho de Miguel, pero ésta había crecido; el proxeneta sumó un gasto que "había olvidado", el de la pensión diaria: cama y comidas. Sumado todo, incluido lo anterior, Lucía ya debía más dinero que en su primera visita. "Se empezó a morir por dentro", dice Miguel.


Ellas se convertían en un cheque en blanco. El beneficio de su explotación podía superar los doscientos mil euros
Pasaron los meses con nuevas promesas incumplidas, cientos de clientes ("aquí de viene a chupar y follar"), hasta que un día Lucía no apareció en el salón. Tampoco se había escapado ("en este negocio lo más importante es lo que está en la puerta") ni estaba en su cuarto. Finalmente apareció: lo hizo tirada en un charco de sangre en el baño. Se había cortado las venas. La llevaron al hospital, donde le salvaron la vida de milagro. Al regresar días después al club había envejecido veinte años. "Esa mujer mayor que había devorado sin compasión a la joven y bella Lucía dio por hecho que a su deuda interminable se le sumarían las facturas de la ambulancia, el médico, el hospital, las medicinas, la diaria, e incluso una multa por su intento de suicidio". La tuvieron prostituyéndose más tiempo en otro club, éste de Denia, y al cabo de unos meses tuvieron que ingresarla en un hospital psiquiátrico. Había muerto del todo. Nunca volvió a Colombia, nunca supo más de su madre, nunca volvió a ver a su hijo.
El libro que Mabel Lozano ha escrito basándose en decenas de entrevistas con El Músico explica la realidad del mundo de luces de neón y clubes repartidos por todos los pueblos, ciudades y carreteras de España. "Llegamos a ser los propietarios de algunos de los mejores burdeles de España: El Leidys, en Denia; El Glamour, en Córdoba; El Privé, en Tarragona; La Rosa Élite y El Venus, en Valdepeñas; Los Charlys, en Consolación; El Estel, en el Vendrell; El París, en Puerto de Sagunto; El Cuatro Hermanas, en el Puxol; Las Palmeras, en Castellón...". Un mundo a la vista y consumo de todos poblado de mujeres explotadas que llegaban a España de las más diversas maneras, siempre engañadas y después traicionadas, como campeonas de un deporte que en su país no existe para ser destinadas, como mercancía, a un esclavismo que desconocían que existiese en el siglo XXI. En un país, España, en el que no está perseguido penalmente el proxenetismo en todas sus formas, por ejemplo la consentida. Y en el que las víctimas tiene más miedo a la justicia que a sus captores por la amenaza que estos representan sobre sus familias. "Apenas se invertían mil doscientos o mil quinientos euros, todo lo más", resume El Músico. "Pero ellas se convertían en un cheque en blanco. El beneficio de su explotación podía superar los doscientos mil euros. ¡Se hubieran necesitado diez kilos de cocaína para alcanzar la misma cifra que con una sola víctima!".










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