domingo, 4 de marzo de 2018

La mujer más poderosa del mundo no es feminista






LA PARADOJA DE la canciller merkel

La mujer más poderosa del mundo no es feminista

La discriminación es clara en Alemania: la mujer cobra un 22% menos y copa los empleos a tiempo parcial. Todas las medidas contra este desequilibrio se han aprobado por iniciativa socialdemócrata

Foto: Merkel charla con Ivanka Trump durante una reunión con el presidente Trump en la Casa Blanca. (Reuters)
Merkel charla con Ivanka Trump durante una reunión con el presidente Trump en la Casa Blanca. (Reuters)
Podría pensarse que un país que tiene como líder indiscutible a una mujer desde 2005 se encuentra entre los más igualitarios del mundo. Pero la Alemania de Angela Merkel dista mucho de ser así. La brecha salarial es del 22% y las ejecutivas femeninas son la excepción entre los gigantes del DAX 30. La canciller, considerada la mujer más poderosa del mundo por la revista 'Forbes' año tras año desde 2011, ha cambiado pocas cosas desde que está en el poder. Y la mayoría, por la presión de sus socios socialdemócratas. Ella misma reniega del término feminista.
Este pasado domingo Merkel anunció los nombres de los seis ministros que aportará su partido, la Unión Cristianodemócrata (CDU), al nuevo gobierno de coalición. Como avanzó durante la campaña, fueron tres hombres y tres mujeres. Pero la elección paritaria no era fruto de la normalidad. De hecho, se trataba de la primera vez que el principal partido del centro-derecha alemán buscaba el equilibrio numérico. Además, la canciller sólo se fijó este objetivo tras los dardos del resto de formaciones.
La decisión, en realidad, es más un hecho aislado que un último gesto dentro de una política consciente de símbolos en este ámbito. Merkel ha tenido muchas ocasiones de subirse al carro del feminismo y no lo ha hecho. Como en la última cumbre de Davos, este enero. La canciller, que acudió al elitista foro de ciudad suiza, prefirió ponerse de perfil en este asunto cuando con muy poco esfuerzo extra podía haber jugado ese papel. La organización había destacado que aquella la edición con el mayor número de mujeres ponentes de su historia y, por primera vez, había conformado la presidencia honorífica de la cita solo con mujeres. Entre ellas estaban la primera ministra noruega, Erna Solberg, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde o la consejera delegada de IBM, Ginni Rometty. La canciller prefirió no jugar esa carta. Ni sumarse a la avanzadilla reivindicativa ni apropiarse del tema en su intervención.

Manos en alto

La discriminación es clara en el ámbito laboral. Las mujeres cobran un 22% menos y copan los empleos a tiempo parcialNo es la única ocasión que Merkel ha desaprovechado. El 25 de abril del año pasado volvió a suceder, en un foro en Berlín para hablar sobre la mujer en el marco de la presidencia alemana del G20. En el estrado se encontraban la ministra de Exteriores canadiense, Chrystia Freeland, Ivanka Trump, la 'hijísima', Lagarde, Merkel y la reina Máxima de Holanda. Estaban compartiendo experiencias y complicidades en un tono distendido cuando alguien pidió que levantasen la mano quienes se sintiesen feministas. Sin dudarlo Freeland, Ivanka, Lagarde y Máxima la alzaron. Merkel por el contrario se quedó inmovil. Sola e inmóvil.
Luego reaccionó. La canciller argumentó que por feministas ella entendía a aquellas mujeres activistas que habían dedicado su vida a perseguir la igualdad de género, personas con un perfil público claro centrado en esta cuestión. Ella, argumentó, que no podía tratar de equipararse con ellas. Trató, en su defensa, de recordar que en esa legislatura se habían aprobado varias medidas para apoyar a la mujer trabajadora. Lo que omitió es que las nuevas ayudas a la maternidad, las leyes de transparencia para combatir la brecha salarial y la normativa de cuotas para los puestos de dirección en el sector privado no eran propuestas suyas o de su partido. Las había aprobado su Gobierno, sí, pero por insistencia del Partido Socialdemócrata (SPD), su socio minoritario desde 2013.
La canciller Angela Merkel saluda a simpatizantes durante un acto de campaña en Bitterfeld-Wolfen. (Reuters)
La canciller Angela Merkel saluda a simpatizantes durante un acto de campaña en Bitterfeld-Wolfen. (Reuters)


Precariedad a tiempo parcial

De hecho, los conservadores de Merkel pelearon con sus socios para aguar las demandas socialdemócratas. En la ley de transparencia lograron que solo afectase a las empresas de tamaño medio o grande. Y en la normativa sobre cuotas, tras una larga puja que tensionó a la coalición, impusieron que sólo tuviese efecto sobre los consejos de vigilancia de las grandes empresas alemanas, esto es sobre los consejeros no ejecutivos, pero que no afectase al principal órgano de decisión de las compañías, el consejo de dirección.
La situación de la mujer en la economía alemana es un cuadro de luces y sombras. Tienen ayudas que provocarían envidia en otros países occidentales -como el permiso de maternidad de doce meses- pero la discriminación sigue siendo la norma. Pese a que, como cuenta la leyenda urbana, algunos niños pregunten a sus padres si los hombres también pueden ocupar la Cancillería en Alemania. El Informe Global de Brecha de Género del Foro Económico Mundial (WEF) sitúa a Alemania en el puesto décimo tercero, con seis países del norte de Europa por delante.
La discriminación es clara en el ámbito laboral. La mujer cobra un 22% menos que los hombres por el mismo trabajo (la brecha media en la UE es del 16%) y son, con diferencia, las que copan los empleos a tiempo parcial (con las consiguientes repercusiones en términos de paro y pensiones). Según la Oficina Federal de Estadística (Destatis), en 2015 el 47% de las mujeres entre 20 y 64 años en Alemania no trabajaba a jornada completa, cuando entre los hombres esa cuota es de apenas el 9%. El 29% de ellas argumentaba que debía encargarse de niños o mayores dependientes y un 12% alegaba que no encontraba un puesto de 40 horas semanales. Ese 47% ha subido apenas un 1% desde 2006, cuando Merkel accedió a la Cancillería.
Ahora parece que el nuevo Ejecutivo alemán va a tratar de atajar este desequilibrio. Lo recoge el acuerdo de gran coalición que está ahora en proceso de aprobación por parte de las bases del SPD. Y de nuevo la medida no ha partido del bloque que lidera Merkel. Los socialdemócratas exigían convertir en derecho la vuelta a la jornada completa para aquellas mujeres que habían reducido su jornada en un momento y deseaban volver a las condiciones previas. El acuerdo final, no obstante, sólo garantiza esto a las mujeres que trabajen en empresas de más de 200 trabajadores. Las pymes de menos de 45 quedan totalmente excluidas de esta normativa. Y las intermedias solo garantizarán la vuelta a las 40 horas semanales a una mujer por cada quince trabajadores.

Mejor llamarse Thomas

En el ámbito laboral es también evidente el techo de cristal de las mujeres. Según la fundación AllBright, entre las 160 empresas alemanas que cotizan en bolsa menos del 2% tienen mujeres al frente. De hecho, es más frecuente que el consejero delegado se llame Thomas (siete) que que sea mujer (tres). El 93% de los ejecutivos de estas compañías son hombres. Y casi el 75 % de estas firmas no tienen mujeres en absoluto en sus direcciones. Las mujeres se concentran de manera desproporcionada en los trabajos más precarios y peor remunerados.
El mundo de la política, más allá de Merkel, podría parecer una burbuja en un primer vistazo. De los siete partidos con presencia en el Bundestag cuatro tienen (o van a tener en breve tras ser nominada) a una mujer en su presidencia. En el parlamento, no obstante, el porcentaje femenino es del 31%, la menor tasa desde hace 19 años, después de que en la pasada legislatura la tasa fuese del 37%. La caída se debe en gran medida a la irrupción de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), que sólo cuenta con nueve mujeres entre sus 92 diputados (9,8 por ciento).
Algunas mujeres desean que Merkel tome una posición más activa en la lucha por la equiparación. "¿Por qué no puede, como una de las personas más poderosas del mundo, por una vez hacer una declaración sobre la igualdad de género?", se preguntó en la edición digital de 'Der Spiegel' la columnista Margarete Stokowski. "Reniega el tema en su conjunto porque sabe que si lo abre, debería reconocer cuánto sigue sin estar en orden", argumentó.
Alice Schwarzer, el icono del feminismo alemán desde hace décadas, resumió la paradoja Merkel hace años con una contundente frase: "Desde 2005 las niñas pueden elegir: ¿soy peluquera o canciller?".

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